127 Horas: Marcos 9:43 – 45
Dios está ahí, esperando una decisión de tu parte.Aron Ralston, hábil escalador norteamericano, tuvo que tomar una drástica decisión al verse atrapado mientras se aventuraba entre las gigantescas rocas del Bluejohn Canyon en el estado de Utah. La situación era crítica. Su brazo había quedado atascado entre las rocas y llevaba casi cinco días sin poder liberarse. Sabía que sólo existía una alternativa para poder sobrevivir … amputarse el brazo.
Es así como tomó su navaja de bolsillo, y se realizó el doloroso procedimiento — que a la postre salvaría su vida. Su historia fue llevada al cine en la película titulada 127 Horas. Al leer su historia, lo primero que vino a mi mente fueron las palabras de Jesucristo en Marcos 9:43–45 (NVI):
Si tu mano te hace pecar, córtatela. Más te vale entrar en la vida manco que ir con las dos manos al infierno, donde el fuego nunca se apaga. Y, si tu pie te hace pecar, córtatelo. Más te vale entrar en la vida cojo que ser arrojado con los dos pies al infierno.
Es indispensable que veamos estos versículos a la luz del contexto de todo el pasaje, ya que Jesús les está enseñando a sus discípulos verdades muy importantes y principios del Reino de Dios que todos debemos conocer.
Jesús usa esta ilustración para traer luz a sus discípulos en cuanto a lo que realmente es importante en la vida. Ellos buscaban glorias terrenales, pero Él les ofrecía una esperanza eterna. El significado de las palabras de Jesús es completamente simbólico. El problema no está en la mano, sino en la mente que la controla y le dice lo que tomar. El problema no está en el pie, sino en quien le ordena hacia donde caminar. El problema no está en el ojo, sino en quien le dice hacia donde mirar.
La enseñanza de Jesús en este conocido relato está enfocada en la prioridad que le debemos dar al Reino de Dios por sobre todas las otras cosas. No hay nada ni nadie en este mundo que sea más importante que el Reino de los Cielos.
Lo que debemos resaltar es que Jesús no habla de cosas externas que nos pueden hacer caer o tropezar y por ende entorpecer nuestro caminar con el Maestro. Él ataca directamente la propia naturaleza carnal del ser humano como el primer enemigo que tenemos que dominar.
Si no decidimos de corazón dejar de caminar hacia los sitios que no nos edifican, aunque nos cortemos las dos piernas iremos arrastrándonos a los mismos. Si no decidimos dejar de mirar aquellas cosas que nos contaminan y dañan todo lo hermoso que Dios quiere hacer en nosotros, aun tuertos estaremos mirando lo que no debemos mirar.
Esta es una cuestión de dominar nuestra naturaleza humana, nuestro peor enemigo. Santiago 1:12–15 (RVR1995) dice:
Bienaventurado el hombre que soporta la tentación, porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que lo aman. Cuando alguno es tentado no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia pasión es atraído y seducido. Entonces la pasión, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
Aunque sabemos que Jesús habla en forma simbólica con relación a los miembros que debiéramos amputar si son causa de tropiezo, debemos entender si hay cosas en nosotros que necesitan ser amputadas, removidas o arrancadas, estas entorpecen nuestro caminar con Dios y nos hacen caer una y otra vez.
Una de esas cosas se llama rencor. El rencor, dice el Diccionario LaRousse del español moderno, significa “resentimiento, estar resentido o dolido con alguien por alguna razón”. Esto afecta nuestra vida porque trae sentimientos de infelicidades y hostilidad que enferman nuestra alma. Otra puede ser la duda, la desconfianza, los celos, la amargura, el resentimiento, la mentira, el mal genio, etc.
A veces son relaciones que deben ser amputadas, prácticas que tenemos que abandonar, costumbres que nos hacen tropezar, ideologías que nos detienen, o conceptos que nos limitan.
Pero lo interesante de este pasaje es que Jesús nos dice que nosotros mismos somos responsables de cortar aquello que nos molesta. Somos nosotros que tenemos que hacerlo, como Aron en las montanas de Utah, tenemos que ser valientes, soportar el dolor y amputar de nuestro ser todo aquello que es causa de tropiezo. Nos va a doler, quizás sangremos, quizás suframos, pero es la decisión que puede salvar nuestras vidas y asegurar nuestra eternidad.
Una vez removido, aquello que nos limita debemos asegurarnos de que no vuelva a crecer en nosotros. No podemos darnos el lujo de intentar una cirugía de reconstrucción — eso se lo dejamos a Dios. Él nos dará mucho más de lo que pedimos o pensamos. Él se ocupará de llenar ese vacío que se queda en nosotros.
Meditemos en su Palabra. ¿Qué cosas hay en mi vida que debo amputar de una vez por todas? Quizás son cosas de mucho valor y pienso que no puedo vivir sin ellas. Quizás son cosas que traigo en mi desde hace mucho tiempo y ya me he acostumbrado a vivir con ellas. Quizás es hora de empezar a desprenderme de las cicatrices de mi pasado y vivir el presente con una esperanza en el futuro. Quizás es tiempo de cortar de mi vida amistades, aun familiares que no traen nada productivo ni edificante a mi vida.
Alguien dijo: “Debemos estar dispuestos a desprendernos de las cosas que podemos perder, para obtener aquellas que nadie nos puede quitar”. Cualquier cosa que te detenga o te haga tropezar debe ser erradicada de una vez y para siempre de tu vida. Y sólo tú puedes decidir por ti. Tú tienes la última palabra en cuanto a lo que vas a hacer con tu vida.
Dios está ahí, esperando una decisión de tu parte. Él te sanará, te consolará y te abrigará en su pecho, pero la decisión es tuya y de nadie más. A veces como en el caso de Aron en Utah es una decisión que hará la diferencia entre la vida y la muerte.
El Mayor Guillermo DiCaterina es el oficial de cuerpo en el Templo de Queens en el Gran Nueva York. Photo: Francescoch via Getty Images